La radioterapia utiliza rayos de alta energía o partículas para destruir las células cancerosas. Se puede utilizar la radiación como tratamiento en las áreas de los huesos afectadas por el mieloma que no hayan respondido a la quimioterapia u otros medicamentos y que estén causando dolor o que estén a punto de fracturarse. La radiación es también el tratamiento más común contra plasmocitomas solitarios.
Si el mieloma debilita en gran medida los huesos vertebrales (la espalda), estos huesos pueden colapsar y ocasionar presión en la médula espinal y los nervios espinales. Los síntomas incluyen cambios abruptos en la sensibilidad (tales como entumecimiento u hormigueo), debilidad súbita en los músculos de las piernas o problemas súbitos para orinar o evacuar. Esto se considera una urgencia médica (los pacientes con estos síntomas deben llamar a sus médicos inmediatamente). Para prevenir parálisis, a menudo se necesita tratamiento rápido con radioterapia y/o cirugía.
El tipo de radioterapia que se utiliza con más frecuencia para tratar el mieloma múltiple o el plasmocitoma solitario se llama radioterapia de rayos externos. La radiación se dirige al cáncer desde una máquina que está fuera del cuerpo. La radioterapia se parece mucho a la radiografía diagnóstica, excepto que cada tratamiento dura más tiempo y el curso del tratamiento puede continuar por varias semanas.
Algunos efectos secundarios de la radiación son:
- Cambios en el área de la piel tratada que pueden variar desde enrojecimiento hasta ampollas y descamación
- Cansancio (fatiga)
- Náusea
- Diarrea (si se dirige radiación al vientre o la pelvis)
- Recuentos bajos de células sanguíneas
Estos síntomas se alivian después de completar el tratamiento.
Para más información acerca de cómo se utiliza la radiación para tratar el cáncer, consulte Radioterapia.
Para información sobre algunos de los efectos secundarios incluidos en este artículo, y cómo tratarlos, consulte Control de efectos secundarios relacionados con el cáncer.